martes, 26 de julio de 2016

Abraham Cutipa - Publicaciones

En esta sección podrás encontrar sermones y publicaciones del pastor Abraham Cutipa


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Una vida de fe


Por Abraham Cutipa

Y sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que El existe, y que es remunerador de los que le buscan. (Heb 11:6) 

La presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas siempre da lugar a una vida de fe. De hecho, desde el principio hasta el final, la vida cristiana es una vida de fe. Sin ella no hay verdadero cristianismo. La fe es necesariamente una marca distintiva de la vida del Espíritu, porque es su don, además de ser ejercido por el individuo. Cuando el Espíritu Santo reside, va a nacer la fe. Esto es de gran importancia en la Palabra de Dios; que es indispensable para la vida cristiana puede verse en los siguientes pasajes: 

Rom 5:1 Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. 

Heb 11:6 Y sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que El existe, y que es remunerador de los que le buscan. 

Heb 10:38 MAS MI JUSTO VIVIRÁ POR LA FE; Y SI RETROCEDE, MI ALMA NO SE COMPLACERA EN EL. 

2Co 5:7 (porque por fe andamos, no por vista); 

Gál 2:20 Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. 

Rom 1:17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe; como está escrito: MAS EL JUSTO POR LA FE VIVIRÁ. 

Pero, ¿qué es la fe? A primera vista puede parecer una cosa relativamente fácil de definir: se trata simplemente de creer a Dios. Sin embargo, un examen más minucioso de las descripciones bíblicas de la fe, nos encontramos con esa definición es insuficiente. Pero puede ser una actividad puramente intelectual y va más allá de la mente. La fe bíblica es mucho más que un asentimiento intelectual a la verdad de Dios, como Santiago da a entender al definir la naturaleza de la fe salvadora. (Santiago 2: 14-26). Él hace que el punto de que la fe no es sólo una cuestión de profesión y asentimiento mental a ciertas verdades, para, según él, los demonios creen, y tiemblan. Él afirma que no hay tal cosa como una fe muerta, así como una fe viva, y la principal diferencia entre los dos es el elemento de compromiso. La verdadera fe bíblica afecta a todo el hombre en su mente, voluntad y emociones y se evidencia por una vida comprometida con Cristo. Que involucra el intelecto, ya que hay ciertas verdades que ha de creerse; pero la fe bíblica debe comprender también el compromiso, o de lo contrario no será diferente de la fe de los demonios. 

En Col 2:6 Pablo describe: Por tanto, de la manera que recibisteis a Cristo Jesús el Señor, así andad en El; ¿Cómo recibe una persona a Cristo? Las Escrituras enseñan que es recibido por la fe. Esta es la comprensión adecuada de como recibe uno a Cristo por la fe, por tanto, se define cómo hemos de vivir la vida cristiana. 

Al llevarnos a la salvación, el Espíritu de Dios nos revela la culpa de nuestro pecado y nos muestra nuestra incapacidad total para salvarnos a nosotros mismos o hacer bien con Dios a través de nuestros propios esfuerzos. Luego, a través de la Palabra de Dios en el Evangelio, que revela toda la suficiencia de Cristo como Señor y Salvador. Y el resultado es que, por la gracia de Dios, el pecador se vuelve a Cristo en la fe para recibir la salvación. ¿Cuál es, entonces, son los elementos esenciales de la fe salvadora? 

Ante todo, el pecador es llevado a la convicción de que el mensaje de la Palabra de Dios es la verdad: 

“Por esto también nosotros sin cesar damos gracias a Dios de que cuando recibisteis la palabra de Dios, que oísteis de nosotros la aceptasteis no como la palabra de hombres, sino como lo que realmente es, la palabra de Dios, la cual también hace su obra en vosotros los que creéis” (1 Ts. 2:13). La fundación de la fe es la Palabra de Dios, el objeto de la fe es el Dios de la Palabra. 

El pecador que ha sido sometido al punto de creer la Palabra de Dios y de las verdades esenciales que revela acerca de Dios y de Cristo, sobre el pecado y el camino de salvación. Él entiende que Jesucristo es el Señor y Dios y el único mediador entre Dios y el hombre. Entiende que la obra de Cristo en la cruz en el derramamiento de su sangre en expiación sustitutiva, proporcionando una justicia imputada para todos los que creen en él, es el único medio de perdón y salvación. El Espíritu de Dios le revela que sus obras son inaceptables para Dios y no le pueden traer la salvación. Estos aspectos son esenciales para la fe, sin embargo, no son todo lo que hay en relación a la verdadera fe bíblica. No podemos definir la fe únicamente en términos de verdades objetivas. Una persona puede “creer” todo lo correcto acerca de Dios y de Cristo y la salvación y todavía se perdería, la fe también implica otros factores. 

A medida que el Espíritu de Dios revela estas verdades a un pecador perdido en la persona de Cristo como el objeto de la fe. La fe en él significa confiar en el Señor Jesucristo, lo que significa venir a Cristo en arrepentimiento personal, el compromiso y dependencia .Salvación no consiste meramente en la creencia de hechos acerca de Dios y Jesús, sino entrar en una relación con la persona de Cristo. 

Por otra parte, la fe bíblica siempre va acompañada de arrepentimiento. Tiene que haber un volverse del pecado, así como un giro a Cristo como Señor y Salvador, y el cese de todos los intentos de confiar en nuestros propios intentos de auto-justicia para calificar para la aceptación de Dios. Nos volvemos de todas las obras, ya sean religiosos, social o moral, y Jesucristo viene a ser el Salvador, depender de Él y confiar en Él para ser guardado. Además, la verdadera fe salvadora también implica la presentación de nuestras vidas a Cristo como Señor. En tal conversión no podemos continuar viviendo una vida en pecado opuesto a Dios. En el arrepentimiento nos hemos apartado del mundo, de nuestros pecados y de la autonomía y comprometido sin reservas a Jesús como Señor. Sabemos que el compromiso es de corazón, ahora un verdadero discípulo de Cristo. 

El objeto de la fe salvadora, entonces, es siempre la persona de Cristo. El fundamento de la fe es la Palabra de Dios, y el ejercicio de la fe implica los elementos de compromiso, la confianza y la dependencia. 

Si la verdadera fe salvadora implica el conocimiento, el compromiso, la confianza y la dependencia lo mismo ocurre con la vida de fe de los cristianos. La conversión es, sino el comienzo de una vida creyendo. Como dice AW Pink, “La vida cristiana es la continuación habitual de lo que tuvo lugar en la conversión, la realización de los votos que se hicieron entonces, la puesta en práctica de la misma”. 

Estos elementos de la fe se relacionan con la vida cristiana. 

COMPROMISO 
CONFIAR EN DIOS 
DEPENDENCIA 

El hecho de que la fe como una forma de vida implica compromiso se ve desde la descripción de la Escritura en la vida de Cristo. Hebreos 3: 2 dice:” El cual fue fiel al que le designó”. Una de las principales características de la vida de Cristo era la fidelidad a Dios. La fe siempre implica fidelidad y un compromiso con Dios para que le sirvan, caminar con él y amarlo. Los que vienen a Cristo por la fe llegar a ser como él, se convierten en hombres y mujeres cuyas vidas se caracterizan por el compromiso de vivir para Dios y su voluntad. Como Santiago pone su fe en evidencia por sus obras. Dios, su voluntad y las cosas de la eternidad será la primera en la vida en oposición a los intereses de uno mismo y de las cosas de este mundo. 

La vida del Señor Jesucristo se caracteriza por una perfecta confianza y dependencia y fidelidad. Pero la razón por la que podría vivir una vida así se debió a lo que estaba en su naturaleza como un hombre. Filipenses 2:5-8 nos dice algo muy significativo sobre la vida de Cristo y nos revela el secreto de su vida en un sentido. Este pasaje estados: 

Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 

Jesús es el Hijo de Dios y Dios es su Padre, pero Dios también es su amo y señor. Así que básicamente, la vida de fe vivida por Jesús tenía sus raíces en una vida de sumisión y entrega a Dios. Esto es fundamental para la comprensión de la vida de fe. Si hemos de vivir una vida de fe también nosotros debemos ser los siervos de Dios. Debemos comprometernos sin reservas nuestras vidas a Jesucristo como nuestro Señor y Maestro y nos convertimos en sus Doulos. Al igual que su vida estaba totalmente comprometido con su padre, así es necesario que el nuestro sea totalmente comprometidos con él. 

Esto también se ve en el ejemplo de Abraham, que se llama el padre de los fieles. Abraham es un modelo de la vida de fe, y las descripciones que se dan de su vida en Hebreos 11 nos enseña mucho acerca de la naturaleza de la fe bíblica: 

Por la fe Abraham, al ser llamado, obedeció, saliendo para un lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber adónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra de la promesa como en tierra extraña, viviendo en tiendas como Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa, porque esperaba la ciudad que tiene cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. (Hebreos 11: 8-10). 

Cuando Abraham fue llamado por Dios, obedeció. Él creyó a Dios y su respuesta a la revelación de Dios mismo a él era la obediencia, es decir, el compromiso. Se comprometió a la persona de Dios y salió dependiendo de Dios para guiarlo, proveer para él y protegerlo. Él confiaba en Dios para cumplir su palabra con él. Ligado a esta confianza y dependencia era la vida del compromiso de Abraham. Abraham fue llamado a salir de su país, su cultura y su parentela, y que se comprometa a seguir a Dios. Tuvo que dejar la compañía de las personas dedicadas a este mundo, y, al comprometerse con Dios, él y los demás patriarcas como él se convirtieron en extranjeros, extraños, extranjeros, peregrinos y exiliados. Ellos vivían en tiendas de campaña en la tierra de la promesa como seguidores y adoradores de Dios. No vivían en este mundo, sino para la eternidad, no mirando una ciudadanía terrenal sino la celestial. Por la fe se comprometieron a Dios. Su perspectiva se convirtió en la del mundo por venir y su esperanza estaba en Dios mismo. La Escritura nos asegura que todos los que nacen del Espíritu Santo siguen sus pasos. Lo que caracteriza la vida de Abraham y los otros pioneros de la fe, es también se característica de la vida de todo hijo de Dios. 

El hombre de fe, el hombre con un corazón regenerado, tiene una mente renovada y nuevo punto de vista. Él ve la vida de manera diferente desde el hombre natural, desde la perspectiva del futuro. Su vida es de fe; que está viviendo por la eternidad y ya no para este mundo. La escritura es enfática en su enseñanza de que un verdadero cristiano no vive para el mundo ni las cosas que dominan el mundo, porque ha muerto a la misma y su corazón se ha dado a Dios: 

No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. (1 Jn. 2: 15-16). 

1Jn 4:4 Hijos míos, vosotros sois de Dios y los habéis vencido, porque mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo. 

Stg 4:4 ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad hacia Dios? Por tanto, el que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. 

Gál 6:14 Pero jamás acontezca que yo me gloríe, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo ha sido crucificado para mí y yo para el mundo. 

El reino de Dios y la eternidad, no el reino de este mundo, dominan el corazón de un verdadero cristiano. El creyente tiene una perspectiva y enfoque completamente diferente, ya que ha experimentado la fuerza renovadora del Espíritu Santo; hay evidencia permanente en su vida de fe verdadera. Es una vida comprometida con Dios y sus propósitos. 

Podemos ver aún más la relación entre el compromiso y la fe y apreciar la importancia de una perspectiva bíblica, por el testimonio de Pablo en la segunda carta a los Corintios: 

Sino que en todo nos recomendamos a nosotros mismos como ministros de Dios, en mucha perseverancia, en aflicciones, en privaciones, en angustias, en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos, en pureza, en conocimiento, en paciencia, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero, en la palabra de verdad, en el poder de Dios; por armas de justicia para la derecha y para la izquierda; en honra y en deshonra, en mala fama y en buena fama; como impostores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, y he aquí, vivimos; como castigados, pero no condenados a muerte; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, aunque poseyéndolo todo. (2 Cor. 6: 4-10). 

Por tanto no desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día. Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. (2 Cor. 4: 16-18). 

Pablo comienza diciendo que él es un siervo de Dios, y luego hace una lista de las dificultades, pruebas y dificultades que enfrenta él. Pero es obvio que se ha comprometido a ser fiel en todo. No importa lo que viene contra él, él va a hacer la voluntad de Dios. Se puede experimentar dolor e incluso la depresión (2 Cor. 7:5-6), pero esto no afecta su compromiso de obedecer a Dios porque él tiene una perspectiva eterna. Esta es la fe. Se ve más allá de este mundo para un reino eterno. Y, por el amor de Dios, el creyente por lo tanto vivir y soportar. 

Esto se reitera en Hebreos 12: 1-2: Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de El soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios. 

El creyente está involucrado en una carrera de resistencia de larga distancia. Debido a la persecución, las dificultades y las pruebas de los cristianos hebreos se enfrentaron a la tentación de desviar. El autor escribe para animarles a lo largo del camino de la fe-el camino de la resistencia y el compromiso. 

La vida de fe es una vida de compromiso con una persona. Es compromiso de santidad y la resistencia, el compromiso de vivir la voluntad de Dios por encima de todo lo demás en este mundo por amor a Dios. Escritura abunda en el estímulo para ayudar a que hagamos esto: Stg 1:12 Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le aman. 1Pe 1:6 En lo cual os regocijáis grandemente, aunque ahora, por un poco de tiempo si es necesario, seáis afligidos con diversas pruebas, 

En lo cual os regocijáis grandemente, aunque ahora, por un poco de tiempo si es necesario, seáis afligidos con diversas pruebas, para que la prueba de vuestra fe, más preciosa que el oro que perece, aunque probado por fuego, sea hallada que resulta en alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; (1Pe 1:6-7) 

Estos versículos nos dicen que están sometidos a un juicio para probar nuestra profesión de fe. Tratan nuestro compromiso para ver si vamos a sufrir, porque la Escritura dice que sólo los que perseveran en los pruebas recibirá la corona de vida. Por tanto, sólo aquellos que manifiestan una vida de compromiso tienen verdadera fe bíblica. El Nuevo Testamento nos lleva constantemente de nuevo al hecho de que la fe se pone de manifiesto en una vida de compromiso con Jesucristo, un compromiso que se mantiene a través del sufrimiento, pruebas y dificultades. La fe se somete a las circunstancias de la elección de Dios; que perdura y confía en él en medio de todas las adversidades. 

El hombre de fe ve las circunstancias actuales desde una perspectiva eterna. Vive en busca de Dios, creyendo, confiando y dependiendo. Y por lo tanto su respuesta a las circunstancias es completamente diferente de la de los hombres del mundo. Hay ciertas cosas que un niño de Dios cree acerca del carácter de Dios; confía en sus promesas y depende de él por la fuerza y la sabiduría para hacer su voluntad. El cristiano es como Moisés, que, por la fe, salieron de Egipto y se sostuvo como viendo al Invisible (Hebreos 11:27). La fe ve Dios y es eterno; su enfoque es la persona de Dios. Nadie puede caminar una vida de fe en el compromiso y la resistencia que no confía en Dios y depender de él. Todos ellos van de la mano. 

CONCLUSIÓN 

La vida de fe es una vida de compromiso con la confianza en la dependencia de la persona de Cristo. Significa mucho más que simplemente creer en la Palabra de Dios. La Escritura es obviamente de gran importancia para la vida de la fe es una vida basada en la Palabra de Dios. Pero la Palabra de Dios nos señala a la persona de Cristo. La vida de fe es ante todo una vida centrado continuamente en la persona de Jesucristo en el amor, la sumisión y la obediencia. Como el apóstol Pablo: “Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. “(Gal. 2:20). 

domingo, 24 de julio de 2016

¿Eres una buena persona?



Emeal Zwayne - videos

En esta sección podrás ver algunos vídeos de Emeal Zwayne

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Confraternidad de pescadores sin peces

Por Emeal Zwayne



¿Cuándo fue la última vez que tuviste una conversación con alguien para ganarla para Cristo?

Como cristianos necesitamos entrar en el hábito de predicar el evangelio a aquellos alrededor de nosotros. Desafortunadamente, muchas iglesias están llenas de personas que no hacen mucho en cuanto a evangelismo. Así que acompáñenos y oiga la parábola de: “La Confraternidad de Pescadores sin Peces.”

Los pescadores estaban rodeados de arroyos y lagos llenos de peces hambrientos. Se reunían regularmente para discutir el arte de pescar, la abundancia de peces y la emoción de capturar peces. Les entusiasmaba el tema de la pesca. Alguien sugirió que necesitaban una filosofía sobre la pesca, así que cuidadosamente definieron y redefinieron la “pesca”. También desarrollaron ESTRATEGIAS Y TÁCTICAS de pesca. Comenzaron a hacer estudios investigativos y atendieron conferencias sobre la pesca. Algunos viajaron a lugares lejanos a estudiar los diferentes tipos de peces, con diferentes hábitos, algunos hasta obtuvieron un doctorado en “Pescadotécnia”. Pero aún no había nadie que saliera a pescar, entonces se formó un comité para enviar a pescadores, pero como los logares para ir a pescar sobrepasaban el número de pescadores, el comité tuvo que determinar prioridades. Entonces una lista de prioridades con los lugares para ir de pesca fue puesta en los boletines de todos los salones de fraternidad, pero aun así, no había nadie pescando.

Una encuesta fue hecha para averiguar el porqué de esto, la mayoría no contesto tal encuesta pero dentro de los que sí, fue descubierto que algunos sentían el llamado a estudiar los peces, otros a construir equipos de pesca, y varios, a viajar para animar a pescadores. Con tantas reuniones importantes, conferencias y seminarios, ellos simplemente no tenían tiempo para pescar.

Ahora Jake era un nuevo miembro en la Fraternidad de Pescadores, después de estar una emocionante reunión en la fraternidad salió a pescar y pescó un gran pez. En la siguiente reunión, él contó su historia y fue honrado por su pesca. Le dijeron que tenían un talento especial para pescar. Le hicieron una agenda para ir a diferentes fraternidades para que contase a todos cómo lo había hecho. Con tantas invitaciones para conferencias y su elección en la Mesa Directiva, Jake ya no tenía tiempo para ir a pescar, pero dentro de poco se empezó a sentir cansado y vacío. Añoraba el volver a sentir aquella emoción una vez más, así que canceló todas sus conferencias, renunció a la Mesa Directiva, y le dijo a un amigo: “Hey, ¡Vamos a pescar!” Y eso fue exactamente lo que ambos hicieron, y dicho y hecho, pescaron peces. 

Los miembros de la fraternidad eran muchos, había bastantes peces, pero los pescadores eran pocos. En Marcos 1:17 Jesús dice: “Síganme y haré que sean pescadores de hombres.” Cuando hablamos de evangelismo, ¿Eres tú un pescador que no pesca? Si ese es el caso, no tengas miedo de seguir a Jesús, tú puedes confiar en Él, Él te hará un pescador de hombres.

sábado, 23 de julio de 2016

Confesión de pecado: Un sermón con siete textos


Por Charles Spurgeon

Mi sermón de esta mañana se apoyará en siete textos, y, sin embargo, me atrevería a decir que no habrá ni tres palabras diferentes en la totalidad de ellos, pues sucede que los siete textos son todos semejantes, a pesar de que se encuentran en siete diferentes porciones de la santa Palabra de Dios. Sin embargo, necesito utilizarlos a todos para ejemplificar diferentes casos. Debo pedirles a los que trajeron sus Biblias que se refieran a los textos conforme los vaya mencionando. 

El tema del sermón de esta mañana será: LA CONFESIÓN DEL PECADO. Nosotros sabemos que esto es absolutamente necesario para la salvación. A menos que haya una verdadera confesión de corazón a Dios de nuestro pecado, no tenemos ninguna promesa de que encontraremos misericordia por medio de la sangre del Redentor. "Mas el que confiesa (los pecados) y se aparta (de ellos) alcanzará misericordia." Pero no hay ninguna promesa en la Biblia para el hombre que no confiese sus pecados. 

Sin embargo, como sucede con cada punto de la Escritura, hay un riesgo de que estemos engañados, y muy especialmente en el tema de la confesión del pecado. Hay muchos que hacen una confesión, y una confesión delante de Dios, pero, a pesar de ello, no reciben ninguna bendición, porque su confesión no contiene ciertas señales que son requeridas por Dios como demostración de que son genuinas y sinceras y que prueban que se trata de la obra del Espíritu Santo. 

En esta mañana mi texto consta de dos palabras, "He pecado". En unos casos de tres, "Yo he pecado". Y ustedes verán cómo estas palabras, en labios de diferentes hombres, indican sentimientos muy diferentes. Mientras que uno dice "he pecado", y recibe el perdón, otro que analizaremos dice: "he pecado" y prosigue su camino para ennegrecerse con peores crímenes que antes, y sumergirse en mayores profundidades de pecado que hasta ese punto hubiere experimentado. 

El Pecador Endurecido

Faraón: "He pecado". Éxodo 9: 27.

I. El primer caso que voy a presentar ante ustedes es el del PECADOR ENDURECIDO, que cuando está bajo el terror dice: "he pecado". Y podrán encontrar el texto en el libro de Éxodo, en el capítulo 9 y versículo 27: "Entonces Faraón envió a llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: He pecado esta vez; Jehová es justo, y yo y mi pueblo impíos."

Pero, ¿por qué se dio esta confesión de labios del tirano altivo? El Faraón no acostumbraba humillarse delante de Jehová. ¿Por qué se inclina el orgulloso? Ustedes podrán juzgar sobre el valor de su confesión cuando oigan las circunstancias bajo las cuales fue hecha. 

"Y Moisés extendió su vara hacia el cielo, y Jehová hizo tronar y granizar, y el fuego se descargó sobre la tierra; y Jehová hizo llover granizo sobre la tierra de Egipto. Hubo, pues, granizo, y fuego mezclado con el granizo, tan grande, cual nunca hubo en toda la tierra de Egipto desde que fue habitada."

"Ahora" -dice Faraón, cuando el trueno está retumbando a lo largo del cielo, y los relámpagos están prendiendo fuego al propio suelo, y el granizo está cayendo en grandes trozos de hielo, ahora, dice él: "he pecado". Faraón no es sino un tipo y un espécimen de multitudes de personas de la misma clase. 

Cuántos rebeldes empedernidos a bordo de un barco, -cuando los maderos se ven forzados y crujen, cuando el mástil está roto, y el barco es arrastrado por la corriente y azotado por el temporal, cuando las hambrientas olas abren sus fauces para tragarse al barco entero y a los tripulantes vivos, como son tragados los que descienden al Seol- cuántos marineros empedernidos han doblado su rodilla, y con lágrimas en sus ojos han clamado: "¡he pecado!" 

Pero, ¿de qué provecho y de qué valor fue su confesión? El arrepentimiento que nació en la tormenta murió en la calma; ese arrepentimiento que fue engendrado en medio de los truenos y de los rayos, feneció tan pronto todo fue acallado en la quietud, y el hombre que era un pío marinero cuando se encontraba a bordo del barco, se convirtió en el más malvado y abominable de los marinos cuando puso su pie sobre terra firma (en tierra firme).

¿Cuán a menudo, también, no hemos visto esto en una tormenta de truenos y relámpagos? Las mejillas de muchos empalidecen cuando oyen el retumbo de los truenos. Cuando las vigas de sus casas están temblando, y el propio suelo a sus pies está vacilando ante la voz de Dios llena de majestad, las lágrimas brotan de sus ojos y claman: "¡oh Dios, he pecado! ¡Pero ay, por ese arrepentimiento! Cuando el sol brilla de nuevo, y las nubes negras se disipan, el pecado viene de nuevo sobre el hombre, y él se torna peor que antes. 

¡Cuántas confesiones del mismo tipo, también, hemos visto en los tiempos del cólera, y de la fiebre y de la pestilencia! Entonces nuestras iglesias se han visto atiborradas de oyentes, que, debido a que tantos funerales han traspasado por sus puertas, o debido a que tantos han fallecido en las calles, no podían dejar de subir a la casa de Dios para confesar sus pecados. Y por causa de esa visitación, cuando una, dos, o tres personas han muerto en la propia casa, o en la casa vecina, ¡cuántos han pensado que realmente se volverían a Dios! Pero, ¡ay!, cuando la pestilencia hubo cumplido su tarea, la convicción cesó; y cuando la campana hubo tañido por última vez por una muerte causada por el cólera, entonces sus corazones cesaron de latir con penitencia, y sus lágrimas dejaron de brotar.

¿Cuento en esta mañana con algunas personas de esas? No dudo que cuente con personas empedernidas que escarnecerían a la propia de religión, que me considerarían un farsante y un hipócrita si me esforzara por convencerlos de la religión, pero que saben muy bien que la religión es verdadera, ¡y que lo sienten en sus momentos de terror! Si hay aquí esta mañana algunas personas de esas, permítanme decirles solemnemente: "señores, ustedes han olvidado los sentimientos que experimentaron en sus horas de alarma; pero, recuerden, Dios no ha olvidado los votos que hicieron entonces." 

Marinero, tú dijiste que si Dios te daba vida para ver otra vez la tierra firme, serías Su siervo; no lo eres; has mentido contra Dios; le has hecho una falsa promesa, pues nunca has cumplido el voto que tus labios expresaron. 

Tú dijiste, sobre el lecho de enfermo, que si Dios te daba la vida, no pecarías nunca más como lo hiciste antes; pero aquí estás, y tus pecados de esta semana hablarán por ellos mismos. No eres nada mejor de lo que eras antes de tu enfermedad. ¿Acaso podrías mentir a tu semejante y quedar sin censura? ¿Y piensas tú que vas a mentir contra Dios y quedar sin castigo? No; el voto, aunque haya sido hecho imprudentemente, es registrado en el cielo; y aunque sea un voto que el hombre no pueda cumplir, sin embargo, como es un voto que él mismo ha hecho, y que además, lo ha hecho voluntariamente, será castigado por su falta de cumplimiento; y Dios ejecutará venganza en contra de él al final, porque dijo que se volvería de sus caminos, y luego, cuando la desgracia hubo concluido, no lo cumplió. 

Un gran clamor se ha elevado recientemente en contra de los permisos de salida de los reos; no tengo ninguna duda que hay algunos hombres aquí que delante del alto cielo están en la misma posición que los reos con permiso de salida están en relación a nuestro gobierno. Estaban a punto de morir, según pensaban; prometieron portarse bien si se les podía perdonar, y están hoy aquí con permiso de salida en este mundo: ¿y cómo han cumplido su promesa? La justicia podría alzar el mismo clamor contra ellos como lo alzan las personas en contra de los ladrones que son dejados en libertad tan constantemente en medio de nosotros. 

El ángel vengador podría decir: "oh Dios, estos hombres dijeron que si se les perdonaba serían mucho mejores; pero solamente son peores. ¡Cómo han violado su promesa, y cómo han atraído la ira divina sobre sus cabezas!

Este es el primer estilo de penitencia; y es un estilo que yo espero que nadie imite, pues es completamente inútil. De nada les sirve decir: "he pecado", simplemente bajo la influencia del terror, para luego olvidarlo posteriormente.

El Hombre de Doble Ánimo

Balaam: "He pecado". Números 22: 34.

II. Ahora vamos con un segundo texto. Les voy a presentar otro carácter: el hombre de doble ánimo, que dice: "he pecado", y siente que ha pecado, y lo siente incluso profundamente, pero que es de mente tan mundana, que "ama el premio de la maldad". El personaje que he elegido para ilustrar esto, es Balaam. Vayan al libro de Números, al capítulo 22 y versículo 34: "Entonces Balaam dijo al ángel de Jehová: He pecado."

"He pecado", dijo Balaam; sin embargo, prosiguió después con su pecado. Uno de los caracteres más extraños del mundo entero es Balaam. A menudo me he maravillado ante ese hombre; él pareciera encarnar realmente, en otro sentido, los versos de Ralph Erskine:

"Al bien y al mal igualmente inclinado,
Y a la vez un diablo y un santo."

Pues realmente parecía ser ambas cosas. En algunos momentos, nadie podía hablar más elocuentemente y más verazmente, y en otros momentos Balaam exhibía la más ruin y sórdida avaricia que pudiera deshonrar a la naturaleza humana. 

Imagínense que están viendo a Balaam: está parado en la cumbre del cerro, y allí están las multitudes de Israel a sus pies; se le pide que los maldiga, y clama: "¿Por qué maldeciré yo al que Dios no maldijo?" Y cuando Dios abre los ojos de Balaam, comienza a hablar incluso de la venida de Cristo, y dice: "Lo veré, mas no ahora; lo miraré, mas no de cerca." Y luego concluye su disertación diciendo: "Muera yo la muerte de los rectos, y mi postrimería sea como la suya."

Y ustedes dirían de ese hombre que es un carácter esperanzador. Esperen a que baje de la cima del monte, y le oirán dar el más diabólico consejo al rey de Moab, un consejo que era posible que el propio Satanás lo sugiriera. Balaam le dijo al rey: "no podrías vencer a este pueblo en la batalla, pues Dios está con ellos; intenta alejarlos de su Dios." Y ustedes saben cómo los habitantes de Moab, con lascivias desvergonzadas trataron de alejar a los hijos de Israel de la lealtad a Jehová. De tal forma que este hombre parecía tener la voz de un ángel en un momento, y, sin embargo, la propia alma de un diablo en sus entrañas. Él era un personaje terrible; él era un hombre de dos propósitos, un hombre que iba en gran medida hasta el fin siguiendo dos propósitos.

Yo sé que la Escritura dice: "Ninguno puede servir a dos señores". Ahora, esto es malentendido con frecuencia. Algunos lo leen: "Ninguno puede servir a dos señores." Sí puede; puede servir a tres o a cuatro. La manera de leerlo es esta: "Ninguno puede servir a dos señores." Ambos no pueden ser señores. Puede servir a dos, pero ambos no pueden ser su señor. Un hombre puede servir a dos que no sean sus señores, o podría servir hasta veinte; él podría vivir para veinte propósitos diferentes, pero no puede vivir para más de un propósito rector, pues sólo puede haber un propósito rector en su alma.

Pero Balaam se esforzaba por servir a dos señores; era como la gente de la que se decía: "Temían a Jehová, y honraban a sus dioses." O como Rufus, que era una hogaza de pan de la misma levadura; pues ustedes saben que nuestro antiguo rey Rufus pintó a Dios de un lado de su escudo, y al diablo del otro, y abajo escribió el lema: "disponible para los dos; sigo al que pueda." 

Hay muchas personas de ese estilo que están listas para ambos. Cuando se encuentran con un ministro, cuán píos y santos son; el día domingo esas personas son la gente más respetable e íntegra del mundo, según pensarías; en verdad, hasta afectan un amaneramiento al hablar, afectación que consideran eminentemente religiosa. Pero en los días de semana, si quisieras encontrar a los mayores pillos y tramposos, son precisamente algunos de esos hombres que son tan mojigatos en su piedad.

Ahora, tengan la seguridad, mis queridos lectores, que ninguna confesión de pecado puede ser genuina a menos que sea hecha de todo corazón. De nada sirve decir: "he pecado", y luego seguir pecando. "He pecado", dices tú, y muestras un rostro sereno, muy sereno; pero, ¡ay!, ¡ay!, por ese pecado que cometerás cuando te alejes. Algunos hombres parecieran haber nacido con dos temperamentos. 

Cuando estaba en la biblioteca de Trinity College, Cambridge, observé una hermosa estatua de Lord Byron. El bibliotecario me dijo: "párese aquí, señor". Miré, y dije. "¡qué hermoso rostro intelectual! ¡Qué gran genio era!" "Pase por aquí" -me dijo- "al otro lado". "¡Ah, qué demonio! Allí está el hombre que desafió a la Deidad." Parecía tener tan mal cariz y tan terrible mirada en su rostro que semejaban la pintura que Milton hizo de Satanás cuando dijo: "mejor reinar en el infierno que servir en el cielo." Yo me alejé y le dije al bibliotecario: "¿crees que el artista diseñó esto?" "Sí" -respondió- "deseaba pintar los dos caracteres: el grande, grandioso, el casi sobrehumano genio que poseía, y también la enorme masa de pecado que albergaba en su alma." 

Hay algunos hombres de ese mismo tipo. Me atrevo a decir que, como Balaam, quisieran demolerlo todo usando como argumento sus encantos; podrían obrar milagros; y, sin embargo, al mismo tiempo, hay algo en ellos que revela un horrido carácter de pecado, tan grande como el que parecería ser su carácter por la justicia. 

Balaam, ustedes saben, ofreció sacrificios a Dios sobre el altar de Baal: ese era justamente el tipo de su carácter. Muchos lo hacen; ofrecen sacrificios a Dios en el santuario de Mamón; y aunque dan para la construcción de una iglesia, y distribuyen a los pobres, en la puerta contigua de su despacho trituran al pobre por pan y exprimen la propia sangre de la viuda, para poder enriquecerse. ¡Ah!, es inútil y vano que digas: "he pecado" a menos que quieras decirlo de todo corazón. Esa confesión del hombre de doble ánimo no sirve de nada.

El Hombre Insincero

SAÚL: "He pecado". 1 Samuel 15: 24.

III. Ahora un tercer carácter y un tercer texto. Lo encontramos en el primer libro de Samuel, en el capítulo 15 y versículo 24: "Yo he pecado".

Aquí tenemos a un hombre insincero: el hombre que no es como Balaam, sincero hasta cierto punto en dos propósitos; sino el hombre que es exactamente lo contrario: que no tiene un punto prominente en su carácter del todo, sino que es moldeado permanentemente por las circunstancias que atraviesan sobre su cabeza. 

Saúl era un hombre así. Samuel lo reprendió y él dijo: "Yo he pecado". Pero no quiso decir lo que dijo, pues si leen el versículo completo lo encontrarán diciendo: "Yo he pecado; pues he quebrantado el mandamiento de Jehová y tus palabras, porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos", lo cual era una excusa mentirosa.

Saúl nunca le temió a nadie; siempre estaba muy listo para hacer su propia voluntad: él era un déspota. Y justo antes había aducido otra excusa: que había salvado los novillos y las ovejas para ofrecerlos a Jehová, y por tanto, ambas excusas no podían haber sido verdaderas. 

Ustedes recuerdan, amigos míos, que la característica más prominente del carácter de Saúl era su insinceridad. Un día sacó a David de su cama, -como él pensaba- para matarlo en su casa. En otro momento declara: "Vuélvete, hijo mío David, que ningún mal te haré más." Un día, debido a que David le salvó su vida, Saúl dijo: "Más justo eres tú que yo; no te perseguiré más", y eso lo dijo el día antes de salir a luchar contra su propio yerno, para matarlo. Algunas veces Saúl estaba en medio de los profetas, fácilmente convertido en profeta, y luego, posteriormente, entre las adivinas; algunas veces estaba en un lugar, y luego estaba en otro lugar, siendo insincero en todo. 

Cuántas de esas personas tenemos en cada asamblea cristiana; ¡hombres que son fácilmente moldeables! Siempre están de acuerdo contigo sin importar lo que les digas. Tienen disposiciones afectuosas, y muy probablemente una tierna conciencia; pero entonces la conciencia es tan notablemente tierna que cuando se toca, cede, y temes explorar más profundamente: sana tan pronto es herida. 

Debo usar ahora una comparación muy singular que usé alguna vez anteriormente: hay algunos hombres que parecieran tener corazones de caucho. Si simplemente los tocas, queda una seña al instante; pero no sirve de nada, pues se restaura a su forma original. Podrías presionarlos lo que quisieras y son tan elásticos que siempre puedes lograr tu propósito; mas, sin embargo, no tienen un carácter fijo, y pronto vuelven a ser lo que eran antes. 

Oh, señores, demasiados de ustedes han hecho lo mismo; han inclinado sus cabezas en la iglesia, y han dicho: "Hemos errado y nos hemos extraviado de tus caminos"; pero no tenían la intención de decir lo que dijeron. Te has acercado a tu ministro; has dicho: "me arrepiento de mis pecados"; pero no sentías que eras pecador; sólo lo dijiste para agradar al ministro. Y ahora asistes a la casa de Dios; nadie es más impresionable que tú; las lágrimas ruedan por tus mejillas en un momento, mas sin embargo, a pesar de todo ello, las lágrimas se secan tan rápidamente como brotaron, y tú permaneces para todos los fines y propósitos, siendo el mismo que eras antes. Decir "yo he pecado" de una manera artificial, es algo peor que inútil, pues es una burla en contra de Dios confesar así con insinceridad de corazón. 

He sido breve en mis comentarios sobre este carácter; pues parecería que está relacionado al de Balaam; aunque cualquier ser pensante vería de inmediato que hay un contraste real entre Saúl y Balaam, a pesar de que hay una afinidad entre ambos. Balaam fue el gran hombre malo, grande en todo lo que hizo; Saúl fue pequeño en todo, excepto en la estatura: pequeño en su bien y pequeño en su vicio; y era demasiado necio para ser desesperadamente malo, aunque demasiado perverso para ser bueno en algún momento: mientras que Balaam fue grande en ambos sentidos: fue un hombre que en un momento pudo desafiar a Jehová, y, sin embargo, en otro momento, pudo decir: "Aunque Balac me diese su casa llena de plata y oro, no puedo traspasar la palabra de Jehová mi Dios para hacer cosa chica ni grande."

El Penitente Dudoso

ACAN: "Yo he pecado". Josué 7: 20.

IV. Y ahora tengo que presentarles un caso muy interesante; es el caso del penitente dudoso, el caso de Acán, en el libro de Josué, en su capítulo 7, y versículo 20: "Y Acán respondió a Josué diciendo: verdaderamente yo he pecado." 

Ustedes saben que Acán robó una parte del despojos de la ciudad de Jericó, hecho que fue descubierto por suertes, y fue condenado a muerte. He escogido este caso como representativo de algunas personas cuyo carácter es ambiguo en su lecho de muerte; personas que se arrepienten aparentemente, pero de quienes lo más que podemos decir es que esperamos que sus almas sean salvas al fin, aunque en verdad no lo sepamos. 

Acán, -ustedes están conscientes de ello-, fue apedreado por contaminar a Israel. Pero yo encuentro en la Misná, una antigua exposición judía de la Biblia, estas palabras: "Josué dijo a Acán, el Señor te turbará en este día." Y la nota acerca del texto es: "dijo en este día, implicando que iba a ser turbado únicamente en esta vida, al ser lapidado hasta morir, pero que Dios tendría misericordia de su alma, en vista de que hizo una plena confesión de su pecado." Y yo también, al leer este capítulo, estoy inclinado a coincidir con la idea de mi venerable y ahora glorificado predecesor, el doctor Gill, en la creencia que Acán realmente fue salvo, aunque, como un ejemplo, fue castigado con la muerte por el crimen. Pues ustedes pueden observar cuán amablemente habló Josué a Acán. Él le dijo: "Hijo mío, da gloria a Jehová el Dios de Israel, y dale alabanza, y declárame ahora lo que has hecho; no me lo encubras." Y descubrimos a Acán haciendo una muy plena confesión. Él confiesa: "Verdaderamente yo he pecado contra Jehová el Dios de Israel, y así y así he hecho. Pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro de peso de cincuenta siclos, lo cual codicié y tomé; y he aquí que está escondido bajo tierra en medio de mi tienda, y el dinero debajo de ello." Parece una confesión tan plena, que si se me permitiera juzgar, yo diría: "espero conocer a Acán el pecador delante del trono de Dios."

Pero encuentro que Matthew Henry no comparte esa opinión; y muchos otros expositores consideran que de la misma manera que su cuerpo fue destruido, también lo fue su alma. Por tanto, he seleccionado su caso como representativo de un dudoso arrepentimiento. 

¡Ah!, queridos amigos, me ha tocado en suerte estar junto a muchos lechos de muerte, y ver muchos arrepentimientos como este; he visto al hombre, cuando ha sido reducido a un esqueleto, sostenido por las almohadas en su cama; y ha dicho, cuando le he hablado del juicio venidero: "señor, siento que he sido culpable, pero Cristo es bueno; yo confío en Él." Y yo he dicho dentro de mí: "yo creo que el alma de ese hombre es salva." Pero siempre me he alejado con la melancólica reflexión que no recibí pruebas de ello, más allá de sus palabras; pues se requiere de pruebas en actos y en vida futura, para poder sostener una firme convicción sobre la salvación de un hombre. 

Ustedes saben ese importante hecho, que un médico guardó una vez un registro de mil personas que creían que se estaban muriendo, y que él creía que eran penitentes; él escribió sus nombres en un libro como personas que, si hubiesen muerto, habrían ido al cielo; esas personas no murieron, sino que vivieron; y él comenta que de las mil personas no hubo ni tres que fueran verdaderamente convertidas después, sino que regresaron otra vez a sus pecados y fueron tan malas como siempre. 

¡Ah!, queridos amigos, yo espero que ninguno de ustedes tenga un arrepentimiento en su lecho de muerto como aquellos; yo espero que su ministro o que sus padres no tengan que estar junto a su lecho, y luego se alejen y tengan que decir: "pobre individuo, yo espero que sea salvo. Pero, ¡ay!, los arrepentimientos a la hora de la muerte son cosas muy endebles; son bases tan pobres y tan triviales para la esperanza, que me temo que, después de todo, su alma esté perdida." 

¡Oh, morir con una plena certidumbre! ¡Oh, morir con una abundante prueba, dejando atrás un testimonio que hemos partido de esta vida en paz! Esa es una manera más feliz de morir que hacerlo de una manera dudosa, yaciendo enfermo, estando suspendido entre dos mundos sin que sepamos ni nosotros ni nuestros amigos a cuál de los dos mundos nos dirigimos. ¡Que Dios nos conceda gracia para que demos en nuestras vidas evidencias de verdadera conversión, para que nuestro caso no sea dudoso! 

El Arrepentimiento de la Desesperación

JUDAS: "Yo he pecado". Mateo 27: 4.

V. No los detendré por largo tiempo, así confío, pero debo darles ahora otros caso malo; el peor de todos. Es el ARREPENTIMIENTO DE LA DESESPERACIÓN. Vayan por favor al capítulo 27 y versículo 4 de Mateo. Allí encontrarán un terrible caso del arrepentimiento de la desesperación. Ustedes reconocerán al personaje en el instante de leer el versículo: "Diciendo: yo he pecado." Sí, Judas, el traidor, que había traicionado a su Señor, cuando vio que su Señor era condenado, "devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. . . Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió. . .", ¿y qué pasó? "Y se ahorcó."

Aquí tenemos el peor tipo de arrepentimiento de todos; de hecho, no sé si tenga justificación llamarlo arrepentimiento; debería ser llamado remordimiento de conciencia. Pero Judas, en efecto, confesó su pecado, y luego salió y fue y se ahorcó. 

¡Oh!, esa horrenda, esa terrible, esa espantosa confesión de desesperación. ¿No la han visto nunca? Si nunca lo han hecho, entonces bendigan por no haber sido llamados nunca a ver ese espectáculo. Yo lo he visto una vez en mi vida, y le pido a Dios que no tenga que verlo de nuevo: el arrepentimiento del hombre que ve a la muerte mirándole en el rostro, y que dice: "yo he pecado". Tú le dices que Cristo ha muerto por los pecadores, pero él responde: "no hay esperanza para mí; yo he maldecido a Dios en Su cara; yo lo he desafiado; yo sé que mi día de gracia ya pasó; mi conciencia está asustada como un hierro candente; me estoy muriendo, ¡y yo sé que estaré perdido!

Un caso como ese sucedió hace mucho tiempo, ustedes saben, y está registrado -el caso de Francis Spira- el caso más terrible, tal vez, excepto el caso de Judas, que esté registrado en la memoria del hombre. 

¡Oh!, mis lectores, ¿tendrá alguno de ustedes ese arrepentimiento? Si lo tuvieren, será como un faro para todas las personas que pequen en el futuro; si tienen un arrepentimiento como ese, será una advertencia para las generaciones venideras. 

En la vida de Benjamín Keach -y él también fue uno de mis predecesores- encuentro el caso de un hombre que había sido un profesante de la religión, pero que se había apartado de la profesión, y había caído en terrible pecado. Cuando llegó la hora de su muerte, Keach, con muchos otros amigos, fue a verlo, pero no pudieron quedarse con él por más de cinco minutos cada uno; pues él decía: "vete; es inútil que vengas a mí; he pecado contra el Espíritu Santo, alejándolo; soy como Esaú, pues he vendido mi primogenitura, y aunque la busco cuidadosamente con lágrimas, no puedo encontrarla de nuevo." Y luego repetía palabras terribles, como estas: "mi boca está llena de cascajos y bebo ajenjo día y noche. ¡No me digan nada de Cristo, no me digan nada de Cristo! Yo sé que Él es un Salvador, pero lo odio y Él me odia. ¡Yo sé que debo morir; yo sé que debo perecer!" Y luego se sucedían gritos lastimeros, y ruidos horrendos, que nadie podía tolerar. Ellos regresaban otra vez en sus plácidos momentos sólo para excitarlo una vez más y hacerlo gritar en su desesperación: "¡estoy perdido! ¡Estoy perdido! ¡No tiene caso que me digan algo al respecto!"

¡Ah!, pudiese haber un hombre aquí que llegue a tener una muerte como esa; permítanme advertirle, antes de que llegue a ella; y que Dios el Espíritu Santo conceda que ese hombre pueda ser vuelto a Dios, y hecho un verdadero penitente, y entonces no necesita tener más miedo; pues sus pecados han sido lavados en la sangre de un Salvador, y no necesita tener ningún remordimiento por sus pecados, pues le son perdonados por medio del Redentor. 

El Arrepentimiento del Santo.

JOB: "Pequé". Job 7: 20.
(Versión 1909)

VI. Y ahora vengo a la plena luz del día. Los he estado llevando a lo largo de oscuras y funestas confesiones; no los detendré allí por más largo tiempo, sino que los llevaré a las dos buenas confesiones que les he leído. La primera es la de Job en el capítulo 7, y en el versículo 20: "Pequé, ¿qué te haré, oh Guarda de los hombres?" Este es el arrepentimiento del santo.

Job era un santo, pero había pecado. Este es el arrepentimiento del hombre que ya es un hijo de Dios, que ha experimentado un aceptable arrepentimiento delante de Dios. Pero como tengo la intención de reflexionar sobre esto en el sermón de la noche, voy a dejar este tema, para no cansarlos. 

David fue un espécimen de este tipo de arrepentimiento, y quisiera que estudiaran cuidadosamente sus salmos penitenciales, cuyo lenguaje está siempre lleno de humildad llorosa y sincera penitencia. 

La Confesión Bendita

EL HIJO PRÓDIGO: "He pecado". Lucas 15: 18.

VII. Llego ahora al último caso, que voy a mencionar; es el caso del hijo pródigo. En Lucas 15: 18, encontramos que el hijo pródigo dice: "Padre, he pecado." ¡Oh, aquí tenemos una bendita confesión! Aquí tenemos aquello que demuestra que un hombre es un carácter regenerado: "Padre, he pecado." Permítanme pintar la escena. 

Allí está el hijo pródigo; él ha huido de un buen hogar y de un padre amoroso, y ha consumido todo su dinero con rameras, y ahora no le queda nada. Acude a sus antiguos compañeros y les pide ayuda. Ellos se burlan de él hasta el escarnio. "Oh" -dice él- "ustedes han bebido mi vino por largo tiempo; siempre he sido el que paga todas sus francachelas; ¿acaso no me podrían ayudar?" "Lárgate de aquí", le dicen; y lo echan de sus casas. Él acude a todos sus amigos con quienes se ha asociado, pero ninguna le da nada. 

Finalmente un cierto ciudadano de aquella tierra le dijo: "necesitas algo que hacer, ¿no es cierto? Pues bien, ve y apacienta mis cerdos." El pobre hijo pródigo, el hijo de un rico terrateniente que poseía una gran fortuna, tiene que ir y apacentar cerdos; ¡y eso que él era judío! Alimentar cerdos era el peor empleo (según su parecer) que le podían asignar. 

Véanlo allí, vestido de escuálidos harapos, alimentando a los cerdos; ¿cuál era su salario? Vamos, era tan poca cosa que él "deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba." Mírenlo, allí está, con sus compañeros plebeyos en la pocilga, con todo su cieno y su inmundicia. Súbitamente, un pensamiento puesto allí por el buen Espíritu, atraviesa su mente. "¿Cómo es posible", -pregunta- "que en la casa de mi padre haya abundancia de pan e inclusive hay en exceso, y yo aquí perezco de hambre? Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros."

Y se levantó y se fue. Mendiga en todo su camino de pueblo en pueblo. Algunas veces alguien lo lleva en su carruaje, tal vez, pero en otros momentos va caminando trabajosamente subiendo las áridas colinas y descendiendo a los desolados valles, completamente solo. Y ahora, por fin, llega a la colina ubicada fuera de la aldea, y ve la casa de su padre al pie de la misma. Allí está; el viejo álamo frente a la casa y allá están los promontorios alrededor de los cuales él y su hermano solían correr y jugar; y ante el espectáculo de la vieja casa solariega, todos los sentimientos y las asociaciones de su antigua vida se le vinieron de golpe, y las lágrimas rodaron por sus mejillas, y casi estaba a punto de salir huyendo otra vez. Dice. "me pregunto si mi padre ha muerto, y me atrevería a decir que a mi madre se le destrozó el corazón cuando me fui lejos; siempre fui su favorito. Y si alguno de ellos vive, no me querrá ver nunca; cerrarán la puerta en mi cara. ¿Qué he de hacer? No puedo regresar y tengo miedo de seguir adelante." 

Y mientras deliberaba de esta manera, su padre había estado paseándose por el techo de la casa, buscando a su hijo; y aunque el hijo pródigo no podía ver a su padre, su padre sí podía verle. Bien, el padre baja las escaleras tan rápido como puede, corre hacia él, y mientras está considerando huir de nuevo, los brazos de su padre rodean su cuello, y comienza a besarlo, como un padre amante, en verdad, y luego el hijo comienza a decir: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo," e iba a agregar: "hazme como a uno de tus jornaleros." Pero su padre tapó su boca con su mano. "No digas nada más", le dice; "Yo te perdono todo; no me dirás nada acerca de ser un jornalero; no aceptaré nada de eso. Ven conmigo", -le dice- "entra, pobre hijo pródigo. ¡Oíd!" -Les dice a sus siervos- "traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse."

¡Oh, qué preciosa recepción para uno de los peores pecadores! El buen Matthew Henry dice: "El padre lo vio, y los suyos eran ojos de misericordia; corrió a recibirlo, y las suyas eran piernas de misericordia; puso sus brazos alrededor de su cuello, y los suyos eran brazos de misericordia; lo besó, y fueron besos de misericordia; le dijo, y lo que dijo fueron palabras de misericordia: 'Sacad el mejor vestido.' Hubo hechos de misericordia, maravillas de misericordia, todo fue de misericordia. Oh, qué Dios de misericordia es Él."

Ahora, hijo pródigo, haz tú lo mismo. ¿Lo ha puesto Dios en tu corazón? Hay muchos que han andado huyendo desde hace mucho tiempo. ¿Dios te dice: "regresa"? Oh, entonces yo te pido que regreses, pues ciertamente tan pronto como regreses, Él te recibirá. No ha habido todavía ningún pecador que haya venido a Cristo, que Cristo haya echado fuera. Si Él te echara fuera, tú serías el primero. ¡Oh, si simplemente le probaras! 

"Ah, señor, yo soy tan negro, tan inmundo, tan vil." Bien, ¿qué pasa contigo?, no eres más negro que el hijo pródigo. Ven a la casa de tu Padre, y tan ciertamente como Él es Dios, Él mantendrá Su palabra: "Al que a mí viene, no le echo fuera."

¡Oh, si yo pudiese oír que algunos han venido a Cristo esta mañana, yo en verdad le bendeciría! Debo decir en este punto, para honra de Dios y de Cristo, una notable circunstancia, y luego habré concluido. 

Ustedes recordarán que una mañana mencioné el caso de un infiel que había sido un escarnecedor y un burlador, pero que, por medio de la lectura de uno de mis sermones impresos, había sido traído a la casa de Dios y luego a los pies de Dios. Bien, el pasado día de Navidad, el mismo infiel juntó todos sus libros, y fue al mercado de Norwich, y allí hizo una retractación pública de todos sus errores, y una profesión de Cristo, y luego, tomando todos sus libros que él había escrito, y que guardaba en su casa, sobre temas impíos, los quemó a la vista del público. He bendecido a Dios por tal maravilla de gracia como esa, y oro para que haya muchos casos más de individuos, que, aunque hayan nacido como hijos pródigos, regresen todavía a casa diciendo: "he pecado".

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Cesacionismo: La prueba de que los dones carismáticos han cesado

Por Peter Masters

¿Enseña definitivamente la Biblia que los dones carismáticos han cesado? ¿Puede probarse el cesacionismo (el punto de vista de que han acabado)? Algunos dicen que el cesacionismo no se puede probar de manera concluyente a partir de la Escritura.

Sin embargo, nosotros creemos que el cese de los dones de revelación y de las señales en el tiempo de los apóstoles se enseña muy claramente en la Palabra de Dios; de hecho, se enseña tan claramente que el punto de vista opuesto tan sólo ha aparecido en los últimos cien años aproximadamente.

El término cesacionismo proviene de las grandes confesiones de fe del siglo XVII, tales como la Confesión de Westminster o la Confesión Bautista. Ambas usan la misma palabra. Al hablar de cómo Dios reveló Su voluntad y la consignó en las Escrituras, las confesiones dicen: “habiendo ya cesado esas maneras anteriores de Dios por las que revelaba su voluntad a Su pueblo”. Esta palabra, cesar, en realidad no proviene de la Biblia, pero la doctrina sí.

No sólo la revelación se ha completado y ha cesado, sino que también lo han hecho las señales de que todavía se estaba dando la revelación. Aquí presentamos un breve resumen de seis pruebas bíblicas de que los dones de revelación (visiones, palabras de conocimiento, palabras de sabiduría y profecías) han cesado, así como los dones de señales (sanidades y hablar en lenguas).

Dios todavía sana, por supuesto, pero en respuesta a la oración y no a través de las manos de alguien que tenga un don de sanidad.

El controvertido pasaje de 1 Corintios 13:8-10 no se usará en este artículo para probar el final de los dones. Nos referiremos a pasajes que creemos que son concluyentes.

1. No más dones desde los apóstoles

La primera prueba del cesacionismo (el final de los dones de revelación y de señales) es que las sanidades y maravillas sólo podían ser hechas por los apóstoles y eran las señales que autenticaban su apostolado. En 2 Corintios 12:12, Pablo dice: “las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros”.

En la iglesia en Corinto, había algunas personas que cuestionaban el apostolado de Pablo. En su defensa, él dirige la atención a su don de sanar y de operar otras señales milagrosas, afirmando que sólo los apóstoles podían hacer tales cosas.

Un apóstol era alguien que había acompañado al Señor, que lo había visto tras su resurrección y había sido comisionado personalmente por él. Había recibido el poder de sanar como testigo especial de la resurrección. También era una persona que mostraría “toda verdad” por el Espíritu Santo (Juan 14:26 y 16:13) y que escribiría o respaldaría Escritura inspirada.

Los creyentes necesitarían saber quiénes eran los verdaderos apóstoles para respetar su autoridad única. Ellos debían conocerlos por sus sanidades y otras señales. La gente que no pertenecía al grupo de los apóstoles (que incluía a dos colaboradores citados por nombre) no podía hacer estas cosas. Si ellos hubieran sido capaces de hacerlo, entonces nadie estaría seguro de quiénes eran los verdaderos apóstoles.

En Hechos 2:43 y 5:12 de nuevo se deja bien claro que todos los milagros fueron hechos “por la mano de los apóstoles”. Estos eran en exclusiva sus señales. Asimismo, en Hebreos 2:3-4 los dones de sanidades están firmemente relacionados con los apóstoles.

Pablo era un apóstol en virtud de haber visto al Señor resucitado y haber sido comisionado directamente por él. Su falta de instrucción directa por Cristo fue suplida por recibir revelaciones especiales y únicas. Él afirma que fue “un abortivo” (1 Corintios 15:8), indicando que él era el único apóstol fuera del grupo original y que, por consiguiente, era el último apóstol (las pretensiones modernas a ser apóstol no coinciden con las calificaciones bíblicas, por lo que son inapropiadas y equivocadas).

Cuando la gente dice que el cesacionismo (el cese de los dones de señales) no se puede probar por la Escritura, se olvida de que el libro de Hechos dice específicamente que las sanidades y demás milagros eran exclusivos a los apóstoles, quienes ya han fallecido.

Cuando las iglesias habían crecido y se habían multiplicado, Pedro fue a Lida y después a Jope, realizando la famosa sanidad de Eneas y la resurrección de Dorcas de los muertos. Comunidades enteras estaban asombradas, porque ninguno de los demás creyentes en estos lugares podía hacer tales cosas.

Cuando un joven cayó desde una ventana en Troas, sólo había una persona presente que podía levantarlo de los muertos, y ese era Pablo. La idea carismática de que las sanidades eran hechas por numerosos cristianos simplemente no se encuentra en el Nuevo Testamento. Sólo vemos a los apóstoles que sanaran, junto con dos ayudantes o delegados apostólicos, Esteban y Felipe, y posiblemente Bernabé.

La única vez fuera de este grupo que se realizó una sanidad fue cuando el Señor dijo a Ananías que sanara a Pablo. No hay otra sanidad aparte de estas en la iglesia primitiva. La idea pentecostal/carismática de que los cristianos normales realizaban constantemente sanidades no se enseña en la Biblia. Por tanto, el relato infalible de la Escritura muestra que todo el enfoque carismático acerca de la sanidad es un error que está basado en un mito. El relato bíblico prueba que las sanidades y las obras poderosas estaban restringidas a una clase de personas que ya han fallecido.

2. El propósito temporal de las lenguas

La segunda prueba de que el cesacionismo (los dones de señales han cesado) se puede probar por las Escrituras es relativo al hablar en lenguas. La Biblia afirma que el hablar en lenguas fue dado por Dios específicamente como una señal para los judíos, señalándoles que había llegado la nueva era del Mesías.

En 1 Corintios 14:21-22, Pablo dice:

“En la ley está escrito: En otras lenguas y con otros labios hablaré a este pueblo; y ni aun así me oirán, dice el Señor. Así que, las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos; pero la profecía, no a los incrédulos, sino a los creyentes”.

En otras palabras, el don de lenguas fue una prueba milagrosa dada a los judíos que se resistían a creer en Cristo de que habían llegado una nueva era y un nuevo orden de iglesia. No era una señal para los judíos que habían creído, sino una señal de promesa y una advertencia a aquellos que no creían. No estaba dirigida a los gentiles, sino a los judíos.

Pablo citó Isaías 28:11, un capítulo en el que Isaías profetiza la venida de Cristo. Como señal a los judíos, Isaías dice que se hablará al pueblo judío por aquellos que tienen “lengua de tartamudos” y “extraña lengua”. Las lenguas gentiles los desafiarían, una experiencia sumamente denigrante para el pueblo judío. Al mismo tiempo, era una señal de que la era mesiánica incorporaría a los gentiles a la iglesia y que el Evangelio sería predicado en otras lenguas.

Esta sería la marca de la nueva era cuando Dios arriase la bandera de la iglesia judía y alzase la bandera de la iglesia judío-gentil de Jesucristo. Los judíos incrédulos, que resistieron a Cristo y se aferraban a las faldas de Moisés, verían que la Palabra de Dios les sería predicada en lenguas bárbaras y gentiles.

Todo esto ocurrió por primera vez en el día de Pentecostés. Los judíos fueron debidamente llamados y advertidos, pero las lenguas no se mencionan fuera de los Hechos de los Apóstoles y 1 Corintios 12-14, mostrando que habían cumplido su propósito de advertir a los judíos de que había llegado la nueva era.

Este anuncio de la era de la iglesia se cumplió mientras vivían los apóstoles, y la señal después les fue quitada. Lo que en la actualidad pasa por ser hablar en lenguas no se hace en presencia de judíos incrédulos y no tiene nada que ver con la señal del Nuevo Testamento. La señal de que la era de la iglesia ha venido ya sirvió para su propósito y entonces está sobrepasada por la realidad.

El Evangelio se predica ahora prácticamente en todos las lenguas del mundo y la señal de que esto iba a ocurrir ya se extinguió. El propósito de las lenguas (según la enseñanza de Pablo) se cumplió, probando así su no continuidad.

3. Las lenguas eran idiomas reales

La tercera prueba del cesacionismo se añade a la segunda, y es esta: que en el día de Pentecostés (y por un tiempo posteriormente) se dio un don de lenguas reales, lo cual no ocurrió más desde entonces. Debería ser obvio para nosotros que las lenguas milagrosas en el libro de Hechos y en 1 Corintios no han ocurrido nunca más desde aquellos días.

El hablar en lenguas de los tiempos modernos nunca es un lenguaje humano conocido, sino sólo una manera de hablar sin sentido e inconexa. No ocurre nada milagroso. En los tiempos del Nuevo Testamento, el que hablaba en lenguas había recibido por el Espíritu la capacidad de hablar una lengua real que nunca había aprendido y la gente que había crecido con ellos estaba asombrada.
El pueblo judío tenía que estar presente (puesto que era una señal específicamente para ellos). En el día de Pentecostés, muchos judíos que vivían en las regiones extranjeras oyeron sus propias lenguas y dieron testimonio de que los que hablaban lo hacían genuinamente. Después de Pentecostés, el Espíritu daría el don milagroso de entendimiento a intérpretes, de manera que se probase la autenticidad de la lengua. Nada de esto ha ocurrido desde los tiempos bíblicos.

En la actualidad, aquellos que defienden el hablar en lenguas señalan a 1 Corintios 13:1, donde Pablo, hablando hipotéticamente, dice que aun si hablase una lengua angélica, pero sin amor, no le sería nada para él. Buscando desesperadamente un texto, los maestros carismáticos toman estas palabras de Pablo como justificación de las lenguas extáticas y no lingüísticas, pero está claro para cualquier persona racional que esto es un grave abuso de este versículo.

Al describir lenguas literales, la Biblia efectivamente nos advierte que estos dones han sido quitados. Simplemente no han vuelto a ocurrir en ningún momento de la historia, en ningún lugar del mundo, desde los días iniciales de la iglesia. Lo que ocurre hoy es que algunas personas (que pueden ser cristianos sinceros), en su deseo de hacer lo que sus líderes insisten que es lo correcto, buscan expresarse fuera de las reglas del lenguaje. Sin embargo, ellos no hablan lenguas reales y ni siquiera entienden lo que están diciendo.

El cesacionismo está claramente enseñando en la Escritura, en virtud del hecho de que la misma precisa descripción de las lenguas reales dadas en la Escritura no puede ser aplicada a nada que haya tenido lugar desde entonces.

Desde los tiempos de la Biblia hemos tenido acontecimientos gloriosos de Reforma y poderosos avivamientos, cuando el Espíritu de Dios ha tenido a bien obrar con un poder excepcional. Sin embargo, no tenemos ningún otro registro de alguien que haya hablado una lengua que no haya antes aprendido. Esta es una prueba cierta de que el don de las lenguas bíblicas ha cesado.

4. No más instrucciones para designar profetas

La cuarta prueba del cesacionismo es esta: en el Nuevo Testamento no hay instrucciones acerca de la designación de apóstoles, profetas, sanadores o algo por el estilo. Esto es un asunto de una tremenda importancia, puesto que Dios ha dado un patrón detallado para la iglesia en el Nuevo Testamento. Es cierto que algunos cristianos no creen que la Biblia provea un modelo para la iglesia, pero la mayor parte de la gente que son bautistas y creyentes bíblicos lo hacen.

El apóstol Pablo nos ordena repetidamente que seamos sumamente imitadores de él en nuestra forma de gobierno y conducta eclesial, y las epístolas pastorales presentan cómo deberíamos comportarnos y funcionar en la iglesia de Dios. Se nos da el patrón preciso para la iglesia de todos los tiempos.

Desobedecemos a Dios si hacemos nombramientos en la iglesia que Él no ha prescrito u ordenado.

Tenemos instrucciones que presentan muy cuidadosamente cómo seleccionar a los ancianos docentes y gobernantes y diáconos, pero no instrucciones acerca del nombramiento de apóstoles (porque ellos no habían de ser perpetuados) o sobre cómo reconocer o acreditar a un profeta (porque los dones de revelación se acabaron cuando se completó la Biblia). Ni tampoco hay instrucciones sobre cómo nombrar sanadores.

Esto no es meramente un argumento a partir del silencio, sino una prueba de que estos oficios y funciones no habían de continuar. Las instrucciones para todos los asuntos de la organización de la iglesia están completas, son detalladas y completamente suficientes para la iglesia hasta que Cristo regrese. Desobedecemos el patrón perfecto de Dios si hacemos nombramientos en la iglesia que él no ha prescrito y ordenado. Desobedecemos la Escritura.

¿Cómo puede decirse que no hay una prueba segura de la Escritura de que los dones hayan cesado, cuando el patrón para la iglesia no da instrucciones para la continuación de portavoces inspirados y hacedores de señales? Esto es una prueba conclusiva del cesacionismo –a no ser que no mantengamos la suficiencia de la Escritura y no creamos que Dios haya dado un patrón para su iglesia.

5. La revelación está ahora completa

La quinta prueba del cesacionismo es que la Biblia enseña claramente que la revelación está ahora completa. No puede haber nueva revelación después del tiempo de los apóstoles. Ya hemos notado que en Juan 14:26 y en Juan 16:13 el Señor Jesús dice dos veces a los discípulos que el Espíritu Santo, cuando venga, los guiará a toda Verdad.

Ellos serían los autores de los libros del Nuevo Testamento y los que autentificaban los libros inspirados del Nuevo Testamento que no provenían de sus plumas. Pronto toda la Verdad sería revelada y después de la era apostólica no habría más revelación de la Escritura. La Palabra sería completa.

¡Qué contentos estamos de esto! ¡En qué estado nos encontraríamos si la gente pudiera aparecer aquí, allá y por todas partes (como hacen en el mundo carismático) dándonos nuevas revelaciones! ¿Quién podría saber lo que es correcto y lo que es verdadero? Pero la Escritura es la regla final para todo, al ser completa y perfecta, suficiente y fidedigna.

Judas pudo hablar de la fe que fue “una vez dada a los santos”. Su epístola fue escrita posiblemente veinticinco años antes del libro final de la Biblia, pero era tiempo suficiente para que las doctrinas principales y las instrucciones de la iglesia hubieran sido reveladas. En esta última etapa de la revelación, él habla de la fe una vez dada, o mejor aún, dada una vez y para siempre. Virtualmente, está completa; pronto (desde el punto de vista de Judas) no habría más revelación.

Los versículos finales de la Biblia advierten que nada ha de añadirse o sustraerse de las palabras del libro del Apocalipsis, pero esto se aplica claramente a toda la Biblia y no sólo al último libro. Sabemos esto porque esta advertencia repite aquella que fue dada por Moisés en el primer libro de la Biblia (los cinco primeros fueron originalmente un libro), a saber, Deuteronomio 4:2: “No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordene” (palabras repetidas por Moisés en Deuteronomio 12:32).

Que la revelación está completa también se prueba por el hecho de que los apóstoles y profetas son descritos como el fundamento de la iglesia.

En Efesios 2:20 la iglesia está descrita como siendo edificada “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas [es decir, los profetas del Nuevo Testamento], siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”. El fundamento es algo completo y estable, mientras que el edificio sigue siendo construido.

¿Y qué decir acerca de la profecía de Joel, citada por Pedro en el día de Pentecostés, que decía que cuando el Espíritu fuera derramado, todos los creyentes –hombre, mujer, ancianos y jóvenes– profetizarán? ¿No implica esto que la profecía continuaría literalmente hasta el regreso del Señor? No, porque nuestro entendimiento de esta profecía debe concordar con la irrefutable enseñanza de la Biblia de que la revelación pronto sería completa y que luego cesaría.

Esta revelación completa (especialmente el Evangelio) será el testimonio de los creyentes de todas las épocas, hombre y mujer, a través de todo el mundo, hasta el fin. Los creyentes continuarán a ver visiones y soñar sueños en el sentido de que abrazan, meditan y proclaman las “visiones y sueños” infalibles que se les da en la Biblia. Ellos no “profetizarán” en el sentido de recibir una nueva revelación. Ellos también soñarán los sueños de los planes y conquistas del Evangelio. En este sentido, la profecía de Joel todavía está siendo cumplida.
Las manifestaciones extraordinarias como las lenguas claramente habían desaparecido en el tiempo en el que Pedro escribió sus dos epístolas, puesto que él no da indicación alguna de que estos rasgos distintivos de los tiempos primitivos estén todavía en acción.

Como la revelación se completó en el tiempo de los apóstoles, vemos que la tarea de los apóstoles y profetas ya ha concluido. Y si los dones de la revelación se han acabado, entonces lo mismo ocurre con las señales que autentificaban a los escritores inspirados. Recordamos cómo Pablo dijo “las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros”.

¿Cómo se puede decir que no hay pruebas bíblicas para el cesacionismo cuando la Escritura dice rotundamente que toda la revelación se ha completado al principio de la era de la iglesia, hablando de ella como un fundamento?

6. La Escritura da testimonio del final de los dones

La sexta prueba del cesacionismo es que la Escritura muestra que los dones estaban en proceso de ser retirados en aquel mismo tiempo. Pablo, por ejemplo, quien poseía el poder apostólico para hacer señales y maravillas y milagros, no pudo, más adelante, sanar a Timoteo, o a Trófimo, o a Epafrodito.

También vemos la retirada de los dones de sanidades en Santiago 5, donde Santiago da instrucciones acerca de orar por los enfermos y de cómo los ancianos debían imponer las manos a los que estaban postrados en cama. Es evidente en este pasaje que ya no está más presente allí nadie que tenga el don de sanidades, sólo ancianos que oran.

Se menciona la unción, pero no se usa la palabra griega friccionar con aceite, más bien como remedio para los que tienen úlceras por estar postrados en cama. Santiago, en realidad, está diciendo: “No seáis tan celestiales que no hagáis uso de los medios terrenales, sino tomad algún alivio físico para la persona que sufre”.

Lo que más importa es la oración. Es evidente que en las instrucciones de Santiago no se da ningún mandamiento a alguien que tenga el don de sanidad de que sane o que dé un toque sanador al enfermo. La imposición de manos de los ancianos ordinarios es un acto simbólico, que comunica el amor, el cuidado y la responsabilidad de la iglesia.

El pasaje de Santiago contiene cuatro exhortaciones a orar, y prosigue su enseñanza de que debiéramos decir “si el Señor quiere, viviremos, y haremos esto, o lo otro”. Podemos y debemos orar por sanidad, pero puede ser la voluntad de Dios que el que sufre dé testimonio de la gracia de Dios en la enfermedad.

El punto principal para nosotros en este artículo es que no hay quien tenga un poder personal para sanar en Santiago 5. La sanidad es de Dios en respuesta a la oración. La actitud continua de la iglesia se ve cuando ora por sanidad, recordando que algunos son llamados a vivir como ejemplo de aflicción y de paciencia” (Santiago 5:10).

El hecho de que Santiago no mencione los dones de sanidad muestra inequívocamente que la posesión del poder de sanación fue retirada bien temprano a lo largo de la era apostólica.

¿Podría un lector neutral dar por sentado que los dones de la Biblia fueron para todas las épocas?

Se ha sugerido a veces que si a un nuevo convertido sin experiencia en la vida de iglesia se le encerrara en una habitación con una Biblia, nunca se le ocurriría que los dones carismáticos han cesado. Lo opuesto es verdad. Hay mucha gente (conocemos a algunos) que provienen de otras religiones y se han convertido a Cristo por la lectura en privado de la Biblia, y posteriormente se han integrado en una iglesia. Solamente a partir de la Biblia ellos no recibieron ninguna expectativa de que fueran a tener un escenario de dones carismáticos. Mucho más a menudo –de manera creciente a medida que el tiempo pasa– los creyentes abandonan las iglesias carismáticas al darse cuenta de que lo que ocurre allí no lo encuentran en la Biblia.
Al leer Hechos cuidadosamente, descubren que tan sólo el grupo apostólico sanó y sienten que han sido engañados por la noción carismático-pentecostal de que lo hacía mucha gente.
Algunos se preguntan sobre cuál fue el significado o propósito original de las lenguas, y cuando conocen por parte de Pablo que ellas fueron dadas específicamente para los judíos, entonces de nuevo se sienten engañados por sus maestros.

También sienten que han recibido una enseñanza falsa cuando se ve de manera evidente que las lenguas eran lenguas reales, lo cual es mucho más sobrenatural que el emitir sonidos incomprensibles.

Entonces, tan pronto como estos creyentes aprecian la importancia del patrón de la Escritura acerca de la iglesia, surge en sus mentes la pregunta: “¿Dónde están las instrucciones bíblicas para designar apóstoles, profetas y sanadores en la actualidad?” Ellos no ven instrucción alguna, y entonces se vuelven todavía más críticos con la enseñanza que han recibido.

Es entonces cuando se plantea la cuestión de la autoridad y suficiencia de la Escritura, y piensan: “¿No está la revelación completa? ¿Cómo, pues, pueden las profecías modernas ser válidas e inspiradas?” Se hace evidente que todas las profecías “autoritativas” que han oído son un gran error y un engaño.

Muchos creyentes razonables ven por sí mismos que, para los carismáticos, la Escritura es de importancia secundaria y está subordinada a la imaginación humana y a las experiencias misteriosas.

Finalmente, cuanto más estos amigos estudian la Palabra, tanto más ven la evidencia de que las señales desaparecieron poco tiempo después de su espectacular aparición inicial.

Todo lo anteriormente dicho no significa que el Señor no mueva a su pueblo a recordar deberes o verdades, o que no los inste a hacer algunas cosas, o que no los advierta de peligros inminentes. Estas cosas son indicaciones divinas, pero no revelaciones o dones.

Hay casos registrados en la historia de la iglesia de gente que tiene una indicación de parte de Dios acerca de una persona o de un acontecimiento peligroso, pero estas cosas nunca son revelaciones de doctrina. Encontramos tales cosas en tiempos de severa persecución. Por ejemplo, antes del tiempo de la perestroika en Rusia, oímos de casos muy verídicos en los que siervos de Dios muy importantes fueron liberados de manera maravillosa de ser detenidos porque Dios le dio la impresión a alguien de que no fueran a un lugar en particular. Después se supo que en aquel lugar había una emboscada de la policía de la KGB que los estaba esperando. Sin embargo, nadie de los que recibieron estas indicaciones había recibido un don regular, y ciertamente no recibieron una revelación autoritativa acerca de una verdad doctrinal. Dios puede hacer todo tipo de cosas para liberar y bendecir a su pueblo, pero esto en ninguna manera significa que los dones apostólicos o proféticos reaparezcan de nuevo en las personas.

El daño de la enseñanza carismática

Muchos carismáticos llegan a ver la enorme diferencia entre la Biblia y lo que les han enseñado. A menudo, estas personas que tienen dudas tienen problemas por el hecho de que un gran número de católicos-romanos, que confían en María, la misa y las obras para salvación, también sean capaces de hablar en lenguas y profetizar. Muchos también dan culto exactamente de la misma manera que los carismáticos protestantes.

Los carismáticos que tienen dudas pueden asimismo oír que hay sectas no cristianas que también hablan en lenguas. No necesitas ser un cristiano salvo para hablar en las lenguas del estilo carismático, porque no es un verdadero don del Espíritu.

Hay muchos cristianos sinceros en el movimiento carismático, pero creemos que el intento de hacer revivir los dones de revelación y de señales es un error muy dañino. Podemos ver el daño en la aparición de amplios sectores del movimiento carismático en los que el Evangelio virtualmente ha desaparecido, sepultado bajo extravagancias antibíblicas.

Hay amplios grupos carismáticos que ahora niegan la sustitución penal de Cristo y algunos incluso niegan la Trinidad. (Uno de los predicadores y escritores carismáticos más famosos del mundo niega la doctrina de la Trinidad).

El estilo de música de entretenimiento del mundo domina en las iglesias carismáticas, incluso música del tipo más extremo y profana. La pantomima teatral de los líderes carismáticos ávidos de dinero se puede contemplar a cualquier hora en canales de televisión religiosos y la herejía del evangelio de la prosperidad se encuentra al parecer por todas partes.

Numerosos charlatanes y pícaros han conseguido muchos seguidores, realizando sus supuestas “sanidades” en grandes lugares de reunión en todo el mundo. Incluso las técnicas de música de variedades y de adivinación se presentan como poderes espirituales en iglesias que antiguamente fueron respetadas.

La poderosa corriente que continuamente impulsa al movimiento carismático cada vez más y más lejos de la Biblia evidencia un error grave y fundamental, a saber, la idea de que los dones de revelación y de señales son para todas las épocas. Experimentarlos comporta un doble error: primero, el de rebajar los dones a algo no milagroso (por ejemplo, al convertir lenguas reales en sonidos no lingüísticos); y segundo, el de rebajar la Escritura, que se ha de inclinar ante experiencias imaginarias de sueños, visiones, “palabras del Señor” y revelaciones similares. También está el daño hecho a los cristianos en particular, cuya fe está desviada en gran manera del Señor y su Palabra a los fenómenos y las sensaciones.

Oramos sinceramente para que Dios libre a aquellos que son sus verdaderos hijos del daño creciente de este salvajemente equivocado alejamiento de la Escritura. Es perfectamente posible probar que el cesacionismo es la verdad bíblica.

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